¿Cuál es el enfoque diferencial del CT (Lux) Global Technology frente a otros fondos tecnológicos globales?

La diferencia es significativa. Columbia Threadneedle, a través de Seligman —nuestra compañía especializada exclusivamente en tecnología— cuenta con más de 30 años de experiencia en este ámbito. Nuestro enfoque se centra principalmente en compañías medianas y pequeñas, donde somos auténticos especialistas. Otra característica clave es la figura de Paul Wick, reconocido referente en tecnología en Estados Unidos. A diferencia de la mayoría de fondos tecnológicos, que suelen concentrarse en compañías de crecimiento, él incorpora un análisis muy detallado de las valoraciones, prestando especial atención a no invertir en empresas excesivamente caras. Es, en cierto modo, un enfoque más “value” dentro del sector tecnológico. Además, al estar basados en Silicon Valley, tenemos un acceso privilegiado a numerosas compañías medianas y pequeñas que, con el tiempo, suelen ser adquiridas por grandes nombres como Amazon o Microsoft. En resumen, nuestras dos señas de identidad son: la especialización en medianas y pequeñas compañías, y un enfoque más orientado a la valoración que el de otros fondos tecnológicos, generalmente más expuestos a las grandes compañías (MegaCaps) y a precios más elevados.

¿No incluís en cartera big tech, solo small & mid tech?

Evidentemente, el fondo sigue un índice de referencia, por lo que debemos tener cierta exposición también a las grandes compañías. Tenemos, por ejemplo, posiciones en Microsoft o Nvidia. Sin embargo, solemos estar infraponderados respecto a otros fondos, que concentran gran parte de sus carteras en las llamadas Siete Magníficas” o en las mega caps. Nuestra apuesta principal está en las compañías medianas y pequeñas. Para ilustrarlo: en empresas con una capitalización bursátil de entre 0 y 3.000 millones de dólares —que en tecnología es un rango muy reducido— tenemos cerca de un 5% del fondo. Si ampliamos a compañías entre 0 y 20.000 millones de dólares, la exposición sube a casi el 20%. Y si miramos el tramo de 0 a 50.000 millones, el peso alcanza aproximadamente el 42-43% del total. El resto de la cartera, por supuesto, incluye grandes tecnológicas, aunque con un peso menor. En definitiva, la esencia del fondo es estar más posicionado en compañías medianas y pequeñas que en las grandes.

¿Qué papel juega la diversificación geográfica en la estrategia del fondo? ¿Hay mayor peso en EEUU o cada vez más oportunidades en Asia y Europa?

Esta es otra de las características diferenciales de nuestro fondo. A diferencia de otros competidores que suelen diversificar más fuera de EEUU, nosotros estamos prácticamente concentrados en este mercado. Entre un 93% y un 95% de la cartera está invertida en Estados Unidos. Nuestro foco está allí, especialmente en medianas y pequeñas compañías, con un fuerte arraigo en Silicon Valley. ¿Significa esto que no vemos oportunidades fuera de EEUU? No necesariamente, pero nuestra especialidad es ese mercado. Invertir en países como China u otros implica asumir una serie de riesgos adicionales, y preferimos mantenernos enfocados donde tenemos nuestra mayor ventaja competitiva y un conocimiento más profundo de las compañías. Existen algunas excepciones: tenemos posiciones en un par de compañías en Israel y en otra en Asia. Sin embargo, la exposición global del fondo es mayoritariamente, casi en su totalidad, estadounidense.

¿Cómo ha impactado en la rentabilidad del fondo la rotación en las diferentes temáticas tecnológicas?

Destacar es que este fondo cuenta con más de 30 años de experiencia. Paul Wick lo gestiona desde sus inicios y, a lo largo del tiempo, los resultados han sido espectaculares. En los últimos cinco años hemos logrado una rentabilidad anualizada superior al 20%. El año pasado cerramos con casi un 24%, y en lo que llevamos de ejercicio acumulamos alrededor de un 25%.

Más allá de la rentabilidad, lo relevante es cómo hemos sabido adaptar la cartera a la evolución de las distintas temáticas tecnológicas. Estar en Silicon Valley nos ha permitido identificar esas tendencias y ajustar la inversión en consecuencia. Un buen ejemplo es el de los semiconductores. Tradicionalmente, este era un sector muy ligado al ciclo económico: si se esperaba crecimiento, aumentaba la venta de ordenadores y portátiles, y, en consecuencia, la demanda de chips. Por esa vinculación cíclica, solía considerarse un sector barato. Sin embargo, en los últimos 10-15 años los semiconductores han cambiado radicalmente. Hoy están presentes en todo tipo de productos —desde automóviles hasta tablets— y han ganado en sofisticación. En su momento llegamos a tener casi un 40% de la cartera invertida en este segmento, siguiendo la filosofía de Paul: buscar sectores baratos y, en cierto modo, olvidados por el mercado, pero con un gran potencial de transformación. Esa tesis se cumplió, y compañías como Lam Research, Broadcom o NVIDIA han registrado un crecimiento extraordinario en valoración, especialmente en los últimos 18-24 meses con el auge de la inteligencia artificial.

Otra temática que nos atrae mucho es la electrificación. No hablamos solo de vehículos, sino también de la necesidad de generar mucha más energía para alimentar centros de datos, que son esenciales para el desarrollo de la inteligencia artificial. En este sentido, tenemos en cartera a Bloom Energy, una compañía que produce energía mediante una tecnología especial capaz de abastecer lugares remotos, donde la electricidad tradicional no llega fácilmente.

La clave está en identificar empresas que ofrezcan soluciones muy específicas y diferenciales, que encajen con el ciclo tecnológico actual. Hace apenas 4 o 5 años, muchas de las compañías y temáticas que hoy están en cartera no formaban parte de la estrategia.

Por último, es fundamental contar con un equipo experto. Paul Wick trabaja con 27 analistas senior en EE. UU., todos con amplia trayectoria en los sectores que cubren. Por ejemplo, nuestra analista responsable de semiconductores trabajó en el departamento de innovación de Lam Research durante años. Esa experiencia directa en la industria es esencial: no se trata solo de proyectar flujos de caja, sino de entender la naturaleza de los productos, su evolución y las necesidades tecnológicas futuras. Esa combinación de experiencia práctica, conocimiento local y visión a largo plazo es lo que nos da una ventaja competitiva.

¿Qué riesgos específicos consideran más relevantes hoy para el sector tecnológico (valoraciones, tipos de interés, regulación, competencia)?

La estrategia ha demostrado ser muy sólida: si miramos la rentabilidad anualizada de los últimos cinco años, supera el 20%, situándose entre las mejores del sector. Y pensamos que la tecnología seguirá siendo diferencial, más allá de las valoraciones, porque está presente en todos los ámbitos de nuestra vida: la inteligencia artificial es una auténtica revolución, pero también la vemos en la educación, en el automóvil y en muchos otros sectores. La tecnología va a ser fundamental.

Ahora bien, existen riesgos. El primero son las valoraciones: algunas compañías cotizan a múltiplos muy elevados, lo que implica que el mercado da por hecho que mantendrán crecimientos extraordinariamente altos. Sin embargo, no todas podrán sostener el ritmo que hemos visto en casos como NVIDIA u otras empresas más pequeñas, cuyos gráficos muestran pendientes de crecimiento difícilmente repetibles en el tiempo. Aquí es donde entra en juego la gestión activa. Paul Wick, con más de 30 años de experiencia y al frente de 24.000 millones de dólares en activos tecnológicos (de los cuales 1.000 millones corresponden al GlobalTech y el resto a un fondo equivalente en EEUU para clientes americanos), aporta un conocimiento diferencial para discernir qué compañías y temáticas tienen realmente más potencial.

Otro riesgo es el momentum del sector. Hoy existe mucho entusiasmo alrededor de todo lo relacionado con la tecnología, pero no todas las compañías se comportarán igual. Por eso es importante contar con gestores especializados, con un enfoque en compañías pequeñas y medianas que suelen estar fuera del radar de las grandes. Estas empresas menos conocidas son, en muchos casos, las que más adelante acaban siendo adquiridas por las big tech. Un ejemplo es Bloom Energy, una de nuestras posiciones, que este año ha tenido un comportamiento destacado.

En resumen: las grandes compañías pueden seguir haciéndolo bien, pero hay que vigilar muy de cerca las valoraciones. No todas las tecnológicas cumplirán con las expectativas de crecimiento que descuenta el mercado. Aun así, a largo plazo, seguimos convencidos de que la tecnología es el sector con mayor atractivo.

¿Qué peso deberían tener las grandes tecnológicas en una cartera diversificada de renta variable global?

Como siempre, depende del perfil de riesgo del inversor. Dicho esto, a modo orientativo, creemos que la temática tecnológica en su conjunto debería representar en torno a un 5% o 6% de una cartera diversificada.

Defendemos especialmente la gestión activa, precisamente por los riesgos que mencionabas. En los últimos dos o tres años, el mercado ha estado muy influido por las llamadas “Siete Magníficas”. Nosotros preferimos hablar de cinco, porque hay dos que nos convencen menos, pero lo relevante es que ese momentum no será eterno. Habrá ganadores y perdedores. Además, pensamos que las mayores oportunidades se encuentran en el espacio menos cubierto y menos analizado: las compañías pequeñas y medianas. Ese es el terreno donde realmente tenemos una ventaja diferencial, más allá de las grandes tecnológicas que concentran hoy toda la atención.