Desde aseguradoras que evalúan riesgos mediante grandes volúmenes de datos, gigantes de los semiconductores como Nvidia o actores especializados en la nube, los datos se han convertido en la piedra angular de los modelos empresariales modernos. Durante los últimos diez años, esta convicción ha ganado reconocimiento generalizado: si en 2015 aún era necesario demostrar su relevancia, hoy todos reconocen el carácter transformador de los datos y su papel central en la economía. Esta dinámica se ha visto reforzada por la reciente irrupción de la inteligencia artificial generativa.

El contexto político y los cambios en la administración estadounidense exigen cautela. La volatilidad, que no excluye temáticas de inversión con alto potencial como la tecnología, obliga a tomar distancia del ruido de mercado y centrarse en valores cuyo crecimiento se sustenta en fundamentos tangibles. 

Una estrategia global de renta variable con sesgo tecnológico

Al estructurar una cartera sólida, es preciso buscar la captación de activos de compañías internacionales que lideran la revolución digital, con el objetivo de aprovechar el valor que generan los datos en todos los sectores económicos. 

Existen valores tecnológicos muy interesantes fuera de los siete magníficos. En este sector, la oportunidad es fundamental y acceder a los valores antes que otros es una de las claves del éxito. Invertir en compañías pioneras en la revolución digital, con el objetivo de capturar el valor generado por los datos en todos los sectores económicos, puede generar grandes rentabilidades, pero no a cualquier precio. “Un activo tecnológico sobrevalorado puede generar pérdidas de dinero durante los próximos 15 años”; esa fue una de las primeras cosas que me repetía mi mentor constantemente y que aprendí en este sector.

Esta filosofía favorece una visión a largo plazo: Fuimos de los primeros en apostar firmemente por Nvidia, en la que invertimos desde 2015. Sin embargo, recientemente hemos reducido su peso para reflejar unas condiciones de mercado más inciertas. El objetivo no es seguir las modas bursátiles, sino invertir en compañías con potencial de crecimiento intrínseco, independientemente de las fluctuaciones del mercado. Del mismo modo, saber cuándo es oportuno infraponderar uno de los activos de la cartera es de vital importancia. Esta no es una tarea fácil, porque al seleccionar una compañía se hace desde el convencimiento y con una clara apuesta por su potencial.

Las compañías tecnológicas tienden a exagerar lo que sus productos pueden hacer para parecer líderes; nuestra labor es discernir lo que realmente funciona de lo que está sobredimensionado.  

Tenemos una clara preferencia por los servicios que generan ingresos recurrentes a través de suscripciones de usuarios, lo que los hace relativamente inmunes al ciclo económico. Por ello, hemos reforzado nuestras posiciones en software vertical, especialmente en los sectores de seguros y salud. Este último, donde la integración de la inteligencia artificial generativa aún está en una fase incipiente, ofrece un potencial considerable. Los datos médicos siguen estando compartimentados por el momento, pero su eventual unificación podría beneficiar a todo el ecosistema, desde los pacientes hasta los proveedores de innovación. 

Disciplina estricta en valoraciones y fuerte enfoque europeo

La valoración sigue siendo una brújula esencial. Invertir en innovación implica aceptar cierto grado de riesgo, manteniendo una disciplina rigurosa en materia de valoraciones. Este enfoque pragmático forma parte del ADN de la firma: priorizar el largo plazo frente al rendimiento a corto plazo.

Desde el punto de vista geográfico, mantenemos en la actualidad cierta sobreponderación en Europa, donde persisten oportunidades atractivas. Las compañías tecnológicas vinculadas a la soberanía digital, la nube, la ciberseguridad y las infraestructuras de datos se benefician de un diferencial de valoración favorable frente a los gigantes estadounidenses.