Hoy, 35 años después, si destapamos esa caja, el valor real de esos yenes es... menor (luego lo vemos en la gráfica). Y eso que Japón ha sido, durante décadas, un país sin inflación. O mejor dicho: con deflación. Ese fue el clima que marcó la economía nipona tras el estallido de su burbuja a comienzos de los 90. El Nikkei se desplomó un 80% desde su máximo histórico, el mercado inmobiliario colapsó, los bancos se ahogaron en deudas, y el crecimiento se estancó durante lo que hoy se conoce como la “Década Perdida”… que en realidad fueron casi tres. Por cierto, en buena parte culpa de las políticas de keynesianas, pero eso es otra película.
Aun con todo en contra, la inversión da sus frutos hasta en Japón. El Nikkei tardó más de 30 años en superar su nivel de 1989, pero lo hizo. Y quienes invirtieron periódicamente, quienes diversificaron, quienes reinvirtieron dividendos y no trataron de pillar el suelo, lograron algo que el yen -ni siquiera el yen- en una caja no puede ofrecer: crecimiento real.
Fuente: Carlos Arenas Laorga
En la gráfica (muy similar a la del dólar vs S&P 500), se puede observar con claridad que el poder adquisitivo del yen, medido en términos de consumo, se mantuvo estable o incluso aumentó en ciertos periodos por la deflación... pero eso no significa que aumentara tu patrimonio. Aumentó tu capacidad adquisitiva. El dinero bajo el colchón no rinde. La inversión, sí.
El secreto, una vez más, es el interés compuesto. También en yenes. También en un entorno hostil. Porque invertir no es confiar en que el mercado suba mañana. Es saber que, a largo plazo, las empresas (y los países) encuentran caminos para adaptarse, innovar y crecer.
Incluso con tipos de interés cero (o negativos), incluso con una población envejecida, incluso con años de crecimiento plano, las compañías japonesas siguieron produciendo, exportando y generando beneficios. Especialmente aquellas con vocación global, tecnológicas o industriales, muchas de las cuales fueron recompradas a precios de saldo por inversores con visión de largo plazo.
En 2024 el Nikkei ha superado por fin los 40.000 puntos. El Banco de Japón ha abandonado su política de tipos negativos. La inflación se ha acercado al 2%, y parece que la deflación empieza a disiparse. Y los inversores extranjeros han vuelto los ojos al archipiélago. No solo por nostalgia del sushi, sino porque el mercado japonés, tras décadas de ajuste, vuelve a tener valor.
La moraleja es clara: incluso en el peor de los escenarios económicos —una burbuja histórica seguida de deflación persistente y estancamiento estructural—, la inversión disciplinada, diversificada y a largo plazo sigue siendo la mejor estrategia. Y si lo vemos a más largo plazo, la visión ya es tremenda. El yen ha perdido casi más que el dólar… y la rentabilidad descontando inflación es de 3.465,2%. Sí, en muchos años. Pero que esto funcione hasta en Japón es que me parece tremendo…
Fuente: Carlos Arenas Laorga
El dinero, tanto en dólares como en yenes, pierde valor cuando no se pone a trabajar. Porque el futuro no se anticipa adivinando el próximo movimiento del mercado, sino acompañando su evolución con constancia y paciencia. Y porque el mercado japonés nos enseña que incluso en los inviernos más largos… la primavera llega. Solo hay que estar sembrando cuando nadie quiere hacerlo.