¿En qué consiste el fondo Global Equity Megatrends?

Es un fondo muy concentrado de renta variable global, con una cartera de entre 20 y 30 compañías seleccionadas para el largo plazo. La estrategia se remonta a 1991 y el fondo fue lanzado en 2018. Se trata de un mandato flexible, que invierte tanto en grandes corporaciones como en pequeñas y medianas, siempre cotizadas, y localizadas en distintas regiones del mundo. Buscamos empresas con un perfil de crecimiento elevado o, en su defecto, con un crecimiento más previsible y sostenido. La lógica es invertir con gran convicción: pocas posiciones, muy analizadas, lo que nos permite ser pacientes y aprovechar la volatilidad e incertidumbre de los mercados. En periodos de fuerte tensión, cuando otros inversores reducen riesgo o deshacen carteras, podemos ser más agresivos y aumentar exposición en compañías que ya conocemos bien, lo que nos ha dado muy buenos resultados a lo largo del tiempo.

¿Cómo ve el panorama macropolítico actual?

La situación macro es muy dinámica y cambia rápidamente. Los términos comerciales globales se están reseteando y, además, los acontecimientos geopolíticos —como los conflictos entre Rusia y Ucrania o en Oriente Medio— son muy difíciles de prever incluso meses antes de que ocurran. Por eso, centrarnos demasiado en la macro nos complica: es muy impredecible. Nuestra forma de invertir busca justamente mirar más allá, seleccionando compañías con fuertes vientos de cola, menos sensibles al ciclo macroeconómico, lo que nos permite mantener la paciencia y un horizonte de largo plazo.

Lo que nos preocupa más es la micro, es decir, lo que ocurre a nivel de empresas e industrias. Estamos en un periodo inédito de innovación, marcado por la inteligencia artificial y otras disrupciones que transforman sectores completos: algunas compañías desaparecerán y otras, hoy incluso privadas o inexistentes, acabarán dominando el futuro. Muchas empresas pequeñas y medianas llevan dos décadas invirtiendo en tecnología para adaptar operaciones, modelos de negocio y servicios. Ahora, por primera vez, incluso las grandes tecnológicas que han liderado la transformación digital son vulnerables. Estas compañías invierten cantidades enormes en CAPEX —70, 80, 100, 110 billones de dólares anuales— para adaptar productos, tecnologías y servicios. Tienen más capital y datos que sus competidores, lo que las ayudará a evolucionar y liderar en la carrera de la inteligencia artificial, pero su modelo es mucho más intensivo en capital y está afectando al crecimiento de sus flujos de caja. Muchas de ellas, de hecho, verán caídas en su generación de caja el próximo año frente al actual.

El escenario, por tanto, es muy distinto: empresas que antes eran monopolios de software con crecimientos del 15-20% anual ahora muestran vulnerabilidad y siguen cotizando a múltiplos históricamente exigentes. Muchos inversores continúan sobreinvertidos en ellas, confiando en que lo que funcionó en la última década seguirá funcionando. La gran pregunta es si este es el tipo de cartera global que queremos mantener en un entorno de tanta incertidumbre para los próximos cinco a siete años. Desde nuestra visión, esto exige ser muy selectivos y disciplinados con lo que estamos dispuestos a pagar, lo que nos lleva a construir un portfolio muy diferente al de los índices o a los fondos globales más tradicionales.

¿En qué tipo de empresas invierte GEM y por qué?

Cuando se revisa nuestro portfolio, lo primero que sorprende es que no estamos centrados en los “sospechosos habituales”. Invertimos tanto en grandes compañías como en otras más pequeñas y menos conocidas, a las que muchos inversores no prestan suficiente atención. Esto responde a nuestro proceso de inversión: buscamos hacerlo con convicción, seleccionando muy pocas compañías de forma muy cuidadosa.

Nos apoyamos en megatendencias que llevamos identificando desde hace décadas para invertir en empresas con un crecimiento previsible. No se trata de apostar por lo “de moda” o por lo que nadie ve, sino de usar esas megatendencias para reducir riesgo, ganar visibilidad y construir un portfolio menos dependiente de la macro. Así llegamos a compañías con crecimientos más rápidos o más lentos, pero siempre sostenibles y consistentes.

Además, al concentrarnos en apenas 20 posiciones, somos extremadamente selectivos: buscamos empresas con productos, servicios o tecnologías sólidas y, sobre todo, equipos de gestión líderes. Como inversores minoritarios y pasivos, no activistas, confiamos en equipos que trabajen en el interés de los accionistas. Para nosotros es clave que estén enfocados en proteger y expandir márgenes, lo que acelera el crecimiento del flujo de caja respecto al crecimiento de ventas.

Un ejemplo es Uber. Cuando salió a bolsa en 2019, la estrategia era crecer a cualquier costo, lo que llevó a pérdidas multimillonarias. Con la llegada del ex CEO de Expedia, la compañía redefinió su enfoque hacia la rentabilidad en plena pandemia. Hoy, Uber gana miles de millones de dólares, recompra acciones y reduce su capital flotante: un cambio radical respecto a hace unos años.

También observamos cómo estos equipos invierten el capital que generan: si recompran acciones, reducen el número de títulos en circulación y aumentan el beneficio por acción, que es lo que realmente importa a los accionistas. Finalmente, mantenemos mucha disciplina sobre cuánto estamos dispuestos a pagar por ese crecimiento. Apostamos por compañías con buenas perspectivas, pero a valoraciones razonables, lo que protege a nuestros inversores en momentos difíciles y refuerza nuestra convicción. Como solemos decir: no es lo mismo caer desde el primer piso que desde el octavo.

En definitiva, todo este proceso nos lleva a construir un portfolio diferente al típico fondo de renta variable global, con compañías que quizá no son las más conocidas, pero que ofrecen un equilibrio entre crecimiento, previsibilidad y disciplina en la asignación de capital.

¿Ser distinto es una buena estrategia o no? 

No necesariamente. En general, invertir en lo que ha funcionado bien en los últimos años ha dado muy buenos resultados; los inversores pasivos lo saben, porque la inercia y el momentum han sido estrategias muy efectivas durante mucho tiempo en la renta variable global. En nuestro caso, hemos elegido las compañías adecuadas y lo hemos hecho a valoraciones razonables, lo que nos ha permitido generar no solo buenos retornos, sino también construir un portfolio muy diferenciado.

Este enfoque, bastante único en la forma en que invertimos, termina siendo tremendamente complementario. Y, en un momento en el que cada vez más inversores reconocen lo complejo del escenario actual —marcado por innovación, disrupción, industrias que evolucionan rápido y valoraciones récord en muchas compañías donde el mercado ya está muy posicionado—, creemos que es un muy buen momento para considerar estrategias distintas, que aporten diversificación y equilibrio a la exposición global.

¿Vemos a inversores más abiertos a diversificarse, y hasta volver a considerar estrategias activas?

Durante años nos costó mucho tener ese tipo de conversaciones con los inversores. El escenario era claro: lo que funcionaba seguía funcionando. Los líderes de la transformación digital —compañías como Microsoft, Alphabet o Meta— llegaron a monopolios globales del 80%-90% de cuota de mercado y lograron hacer crecer sus flujos de caja de forma consistente a ritmos impresionantes. Esa transformación fue fascinante y difícil de cuestionar.

Sin embargo, ahora, con la irrupción de la inteligencia artificial y la disrupción que genera, muchos inversores empiezan a preguntarse quiénes serán los ganadores en este nuevo mundo y si esas compañías seguirán liderando los próximos cinco, seis o siete años. Eso los lleva a repensar sus programas de renta variable global.

En este contexto, un enfoque distinto, más disciplinado y muy selectivo, está siendo cada vez mejor recibido por los inversores, que buscan diversificación y alternativas a la exposición tradicional.