Aunque septiembre y octubre suelen ser meses desfavorables para los mercados, la renta variable ha tenido un comportamiento relativamente bueno durante este periodo en comparación con su tendencia histórica. A pesar del cierre gubernamental más largo de la historia de EE. UU., el bajo riesgo de recesión, la relajación de las tensiones comerciales gracias a varios acuerdos entre EE.UU. y sus principales socios (como la reducción de los aranceles al 15% para Suiza y Corea del Sur) y la flexibilización monetaria por parte de la Reserva Federal (Fed) han contribuido a sostener esta tendencia alcista.

Cabe señalar que los inversores han pasado por alto completamente las posibles consecuencias del cierre sobre el crecimiento estadounidense y se han centrado en el tema del momento: el impulso del sector tecnológico y de la inteligencia artificial (IA), que ha sido un verdadero imán para la inversión durante meses y se ha visto reforzado por numerosos anuncios públicos y, sobre todo, por los resultados del tercer trimestre de las tecnológicas, que han sido mejores de lo esperado. Se prevé que el crecimiento de los beneficios del tercer trimestre en Estados Unidos alcance el 15% interanual, su mejor desempeño en cuatro años. Esta cifra contrasta con el 8% previsto al inicio de la temporada, marcando otro trimestre sólido y el cuarto consecutivo con un crecimiento superior al 10%. Los márgenes netos también alcanzaron un máximo histórico del 13%, lo que refleja un fuerte crecimiento de la rentabilidad.

En lo que va de 2025, el sector tecnológico ha contribuido con el 70% a la rentabilidad del S&P 500 y con más del +60% al crecimiento de los beneficios del índice. Esta fuerte aportación se debe al aumento constante de las previsiones de beneficios para las empresas de semiconductores, impulsado por el compromiso de los hyperscalers de invertir cientos de miles de millones de dólares en gasto de capital relacionado con la inteligencia artificial (IA). Además, el poder de fijación de precios de los chips de IA ha permitido que los márgenes y beneficios alcancen nuevos máximos. La esperada ampliación del mercado —es decir, la diversificación del rendimiento hacia otros sectores gracias a las ganancias de productividad impulsadas por la IA— aún no se ha materializado en la renta variable. Octubre es especialmente revelador: el índice avanzó un +2,5%, mientras que la mediana de los valores cayó un -1,8%. Solo algo más de una cuarta parte de las compañías del S&P 500 han superado al índice en los últimos tres meses, uno de los niveles más bajos desde el final de la crisis de la covid.

Durante ese mismo periodo, los “Siete Magníficos” han superado en 4,5 veces el rendimiento medio de las otras 493 empresas del índice. El S&P 500 acumula una subida superior al +16% en lo que va de año, mientras que el mismo índice ponderado por igual apenas alcanza el 6%. A pesar del dominio del sector tecnológico, los inversores comienzan a cuestionar las expectativas en torno a la IA, y el sector ha mostrado una mayor volatilidad desde principios de noviembre, aunque las compras en las caídas han mantenido al S&P 500 por encima de su media móvil de 50 días.

Además de las dudas sobre la continuidad del crecimiento de márgenes y beneficios en el sector tecnológico, los anuncios de recortes de empleo se han multiplicado en los informes de resultados empresariales. Desde principios de año, los anuncios de despidos en Estados Unidos se han acercado al millón de puestos, más del doble de la media de los últimos cuatro años. Aunque las pocas publicaciones disponibles sobre el tema en Estados Unidos no reflejan un deterioro importante del mercado laboral, comienzan a percibirse tensiones. Estos datos figuran entre los principales indicadores utilizados por los miembros más acomodaticios de la Reserva Federal para aumentar la presión en favor de recortes de tipos más significativos en los próximos meses. Sin embargo, varios de ellos se han mostrado cautelosos respecto a un nuevo recorte en diciembre, y la falta de visibilidad clara sobre los datos de empleo en las últimas semanas —debido a la ausencia de estadísticas públicas— ha hecho que el próximo recorte sea mucho menos seguro. Con el fin del cierre gubernamental en EE. UU., los inversores deberían poder obtener por fin algo más de visibilidad sobre la situación económica estadounidense gracias a la reanudación de la publicación de numerosos estudios. Esto también permitirá a la Fed aclarar sus intenciones. En la última reunión de la Fed, Jerome Powell declaró que el recorte de tipos previsto para diciembre “aún no está decidido”. Desde entonces, la probabilidad de un recorte en diciembre ha caído del 95% al 40% en los mercados.

Por otro lado, el deterioro de los índices de confianza del consumidor pone de relieve las dificultades económicas que enfrentan los hogares estadounidenses, como lo refleja el resultado de la encuesta de sentimiento de la Universidad de Michigan, que se situó en 50,3 puntos, el segundo nivel más bajo desde que se inició el estudio a principios de los años cincuenta. Este nivel tan bajo, apenas superior al de junio de 2022, también podría indicar que la inflación sigue siendo elevada y que los consumidores tienen cada vez más dificultades para afrontarla.

En términos de mercados y desde un punto de vista puramente estadístico, el rendimiento medio a un año del S&P 500 tras los últimos diez cierres gubernamentales desde los años ochenta es del 20,8%, con resultados positivos en ocho de cada diez casos.

En términos de crecimiento de beneficios, se espera que Europa vuelva a quedar por detrás de Estados Unidos, con una caída del -1% en el tercer trimestre y un incremento total del +1% en 2025, frente al 11% previsto para Estados Unidos. En el tercer trimestre, los valores financieros europeos vuelven a ser un importante motor de contribución. Se espera que el viejo continente retome la senda del crecimiento en 2026, con previsiones actuales que apuntan a un aumento del +12% en los beneficios, gracias a unos efectos cambiarios menos adversos y a los esfuerzos de reestructuración de muchas empresas. Además, el aumento del gasto público en Alemania (si el Parlamento alemán confirma los planes de infraestructuras), un repunte de las exportaciones y la relajación de las restricciones regulatorias sobre los bancos son factores que podrían impulsar el rendimiento futuro de las empresas europeas. Los primeros indicios de este renovado interés se han observado en los ETF europeos (fondos cotizados), que han atraído más flujos que sus homólogos estadounidenses desde principios de año. Europa, por tanto, podría recuperar protagonismo a medida que la euforia por la inteligencia artificial se enfría, ofreciendo una buena vía de diversificación ante una posible corrección en un segmento que ha sido intensamente explotado en los últimos meses.

Dicho esto, creemos que el excepcionalismo estadounidense está lejos de alcanzar el final de su ciclo. Estados Unidos sigue teniendo niveles de productividad casi un 30% superiores a los de Europa, una regulación del mercado laboral mucho más flexible y un crecimiento demográfico más elevado. Además, un mercado de capitales integrado y extremadamente líquido, con una proporción mucho mayor del ahorro de los hogares invertido en los mercados de renta variable, unos costes energéticos entre dos y tres veces más bajos que en Europa y un dominio abrumador en inteligencia artificial y tecnología son solo algunos ejemplos que hacen de Estados Unidos el líder del crecimiento global.