El índice Nikkei ha subido alrededor de un 24% en 2025 y cotiza a un PER de ~22 veces frente a mercados estadounidenses que cotizan más caros, ¿hasta qué punto consideras que la renta variable japonesa sigue ofreciendo un “descuento estructural” atractivo para inversores internacionales y qué flujos de entrada adicionales (por segmentos, por países) estáis observando en este contexto?
La renta variable japonesa ha permanecido prácticamente olvidada por el inversor internacional durante toda una generación, desde el estallido de la burbuja en los años 90. Esa larga travesía por el desierto empezó a revertirse alrededor de 2023, cuando vimos revalorizaciones interesantes impulsadas en parte por la debilidad del yen. En 2025, esa tendencia continúa. Efectivamente, el mercado japonés sigue cotizando con múltiplos más bajos que la renta variable estadounidense, y creemos que aún ofrece un potencial significativo. Hasta ahora, las grandes compañías exportadoras —las mega caps— han liderado el movimiento gracias al yen débil, que ha reforzado su competitividad exterior. Pero ahora vemos valor, sobre todo, en empresas más orientadas al mercado doméstico, que cotizan a ratios atractivos y podrían ser el próximo foco de atención para los inversores globales.
Teniendo en cuenta que Japón está emergiendo como actor clave en tecnología vinculada a IA, semiconductores, robótica, pero al mismo tiempo enfrenta debilidad de demanda doméstica y un yen que fluctúa con fuerza, ¿qué sectores dentro del mercado japonés consideráis más interesantes para abordar y con qué métricas de rotación/valorización estáis operando?
En lo que llevamos de año, los sectores financiero y real estate han mostrado un comportamiento especialmente sólido. En el caso del financiero, creemos que buena parte del potencial ya está recogido en precios, pero el inmobiliario sigue mostrando una fortaleza notable que pensamos puede prolongarse en el tiempo. Por otro lado, más allá de la tecnología asociada a la inteligencia artificial, Japón mantiene un liderazgo global en sectores como la automoción, especialmente en vehículos híbridos, donde sigue siendo una referencia mundial. Ese posicionamiento, unido a unas valoraciones atractivas, nos parece una combinación interesante. Además, seguimos viendo oportunidades en compañías más domésticas, que han estado algo olvidadas y menos representadas en los grandes índices. Pensamos que, a medida que el foco de los inversores se amplíe más allá de las grandes exportadoras, estas empresas podrían ofrecer un recorrido adicional significativo.
El reciente informe de Deloitte indica que Japón acaba de pasar por un cambio político con posibles implicaciones para la política fiscal («posible loosening») mientras las tasas de interés a largo plazo se mueven al alza. ¿Cómo evalúas el impacto de una eventual flexibilización fiscal combinada con un endurecimiento monetario sobre la renta variable japonesa? ¿Podría este escenario beneficiar más a ciertos estilos de inversión?
Hasta ahora, el estilo value ha venido funcionando bastante bien, aunque lo vemos ya más en precio. Estamos girando poco a poco hacia el growth, siendo mucho más selectivos y cuidadosos en la elección de compañías, pero en general sí estamos haciendo esa transición.
¿Cuáles son los principales riesgos que estáis monitorizando hoy en el mercado de renta variable japonesa y cuál es vuestra aproximación táctica para mitigarlos o aprovecharlos?
Uno de los factores clave que seguimos muy de cerca es la evolución de la divisa, junto con la dinámica de la inflación y los datos macroeconómicos en general. Las previsiones apuntan a una inflación cercana al 2% en 2026, y estamos viendo cierta convergencia de tipos entre Estados Unidos y Japón. Los tipos japoneses, que durante años se mantuvieron en niveles muy bajos, están empezando a repuntar, con una política prácticamente hawkish. En teoría, esto debería favorecer cierta apreciación del yen desde los niveles históricamente débiles frente al dólar, algo que, por otro lado, también beneficia a Estados Unidos.
Este movimiento puede tener efectos mixtos: una apreciación del yen podría penalizar a las grandes exportadoras, pero favorecería a las compañías más domésticas. En conjunto, seguimos viendo a Japón como un mercado atractivo, también por un posible efecto de flujos. A pesar de representar alrededor del 6% del MSCI World, sigue estando muy infraponderado en las carteras globales. Con una inflación contenida, crecimientos estables y un superávit comercial cercano al 4%, creemos que el balance entre riesgos y oportunidades sigue siendo positivo para la renta variable japonesa.
¿Qué vehículos de inversión estáis recomendando para dar exposición al mercado japonés, y cómo estáis posicionando el mensaje hacia los inversores minoristas e institucionales españoles ante la narrativa de Japón como parte de una diversificación internacional?
Contamos con dos vehículos: uno de gestión activa y otro de gestión pasiva. El fondo de gestión activa, Eurizon Japan Sustainable Equity, tiene además un enfoque sostenible muy relevante y aplica un análisis profundo, principalmente bottom-up, aunque también incorpora elementos top-down. Donde vemos mayor valor en términos de valoración es en compañías más locales, que presentan múltiplos —en price to book y PER— todavía bastante más bajos. Esto se debe, en parte, a que en 2023 las grandes mega caps japonesas se beneficiaron significativamente de la debilidad del yen, lo que impulsó sus exportaciones y su competitividad en precios, especialmente frente a Estados Unidos.
Pensamos que, una vez que los inversores estén más posicionados en Japón a nivel general, prestarán mayor atención a las compañías domésticas, cuyas valoraciones resultan más atractivas. Además, gestionamos otro fondo con un sesgo más value, aunque, como comentaba antes, ese segmento está ya más ajustado en precio y estamos aprovechando oportunidades en compañías growth, especialmente en los sectores inmobiliario y de automoción, donde las empresas japonesas mantienen un liderazgo tecnológico destacado en vehículos híbridos.