Después de cuatro años muy agitados, los brasileños volverán a las urnas a finales de octubre para la última vuelta de las elecciones que decidirán su nuevo presidente. No es algo común, pero ambos candidatos han ocupado en el pasado cargos presidenciales: el actual presidente, Jair Bolsonaro, y el ex presidente, Luiz Inacio Lula da Silva.

En la primera vuelta, a principios de mes, el porcentaje de votos se repartió entre ambos de forma más ajustada de lo que estaba previsto, ya que Lula logró el 48% y Bolsonaro el 43%, y Lula no alcanzó el 50% necesario para la victoria absoluta.

Bolsonaro, el nacionalista que sirvió como capitán del ejército antes de pasarse a la política, llegó al poder en 2018 sobre una ola de optimismo entre los mercados financieros. En ese momento, la economía se había derrumbado, el poder judicial brasileño se encontraba envuelto en casos de corrupción gubernamental, y Bolsonaro se perfilaba como el candidato de la "ley y el orden" favorable al mercado, prometiendo presidir las reformas fiscales y de la seguridad social. Nombró un equipo económico de peso que puso el control del gasto público como prioridad en su agenda. Bajo su mandato, se han llevado a cabo algunas privatizaciones, se han recortado las pensiones del sector público y las finanzas públicas están saneadas.

Sin embargo, la legislatura en la que Bolsonaro ha ocupado el cargo ha estado plagada de problemas, escándalos y la pandemia mundial. El virus del Covid, nombrado por el presidente como "una pequeña gripe", mató a unos 600.000 brasileños. En respuesta a la pandemia y sus secuelas, el gobierno desplegó un importante estímulo fiscal a pesar de que había prometido restringir el gasto.  
Pero pese a los estragos de la pandemia, la economía brasileña no ha salido mal parada y esa es la razón por la que Bolsonaro podría ser reelegido. Los precios de los combustibles y la energía se han reducido y el considerable estímulo que ha inyectado el gobierno antes de las elecciones ha puesto dinero en los bolsillos de los consumidores. Además, Brasil es un país rico en materias primas, por lo que se ha beneficiado de unos términos comerciales más sólidos. Por otra parte, las cifras recientes sugieren que la inflación ha tocado techo y se sitúa actualmente en torno al 8,7%. Se espera que el PIB crezca alrededor del 3% este año.

Es cierto que el Banco Central de Brasil (BCB) ha subido los tipos de interés de forma agresiva, del 2% al 13,75% en un periodo de 18 meses. Pero las empresas y los consumidores han tolerado bien este ciclo de subidas, en parte gracias a las ayudas del gobierno. 

Bolsonaro tiene unos puntos de vista no liberales y ultraconservadores y siempre ha sido controvertido en cuestiones de ESG, que no considera prioritarias. Durante su mandato, levantó las restricciones contra los leñadores y agricultores, permitiéndoles un acceso mayor a la selva amazónica. Bajo su presidencia, la tala y la quema en el Amazonas aumentaron significativamente. Las protestas nacionales e internacionales fueron ignoradas de tal manera que tanto los ecologistas como los periodistas fueron castigados.

Frente a Bolsonaro está Lula da Silva, conocido como "Lula". Presidente durante dos mandatos, de 2003 a 2011, fue recientemente encarcelado durante dos años tras ser condenado por blanqueo de capitales y corrupción. Esas condenas fueron anuladas con lo que pudo volver a presentarse a las elecciones. A principios de la década del 2000, el ex presidente tenía un sólido historial económico y llevó a cabo importantes reformas sociales destinadas a sacar a la gente de la pobreza.

Pero la trayectoria económica de Lula se vio favorecida por un contexto externo que no se repetirá. Mientras que el rápido crecimiento de China y el aumento de los precios de las materias primas contribuyeron a elevar el crecimiento brasileño y a mejorar la posición fiscal durante la década del 2000; la economía mundial parece ahora dispuesta a entrar en recesión. Lula puede optar por responder con ayudas fiscales, lo que agravaría las preocupaciones en torno a la deuda pública.

Ambos candidatos se verán limitados por la necesidad de mantener la credibilidad en los mercados. Mientras tanto, ninguno de los dos parece tener un gran deseo por interferir con el Banco Central de Brasil, que parece que va a retrasar los recortes de  tipos de interés mientras la inflación subyacente siga siendo rígida. A medio plazo, aunque el crecimiento potencial podría ser mayor con Bolsonaro que con Lula, ambos podrían tener dificultades para mantener la disciplina fiscal. De hecho, el uso de la política fiscal como herramienta política ha sido durante mucho tiempo una táctica de Lula y su partido, el Partido de los Trabajadores (PT). Pero el período previo a estas elecciones ha revelado la voluntad de Bolsonaro de hacer lo mismo.  

Aunque Lula estaba liderando la primera ronda de votaciones, Bolsonaro todavía goza de un apoyo significativo y puede ser una carrera muy reñida, con Bolsonaro inclinándose a no favorecer su salida, si es derrotado. El actual presidente ya ha cuestionado el sistema electoral brasileño, sin pruebas para sus afirmaciones. Bolsonaro sigue contando con el poderoso apoyo de los productores de soja y carne, y los sectores empresarial y bancario brasileños.

Más allá de las elecciones, los inversores del país esperan un mayor compromiso de la nueva administración con las políticas medioambientales ya que sería beneficioso para Brasil, debido al aumento de la concienciación en materia de ESG en torno a la inversión; esto probablemente abriría más oportunidades en torno al comercio y la inversión extranjera.

Sin embargo, estas oportunidades a largo plazo deberán equilibrarse con los retos a los que se enfrenta quien sea elegido en octubre, con la economía afrontando una recesión global en un entorno inflacionista con limitaciones en el frente fiscal. El predominio fiscal sigue siendo un riesgo (de cola), sobre todo con Lula. Y sin un ancla fiscal creíble, es probable que las primas de riesgo de los activos brasileños sigan siendo elevadas. Como siempre, lo que está en juego en Brasil sigue siendo importante.