
El universo del crédito entrará en el próximo año con niveles de diferenciales históricamente estrechos. Comenzaron a comprimirse durante la recuperación posterior a la COVID-19 y se han mantenido ajustados entre 2023 y 2025. A mediados de 2025, los diferenciales de crédito corporativo con grado de inversión en Europa y Estados Unidos se situaban cerca de los niveles más bajos observados desde la crisis financiera. Los fundamentales se han fortalecido, pero las valoraciones dejan poco margen de error.
Un área a vigilar es la actividad de operaciones corporativas. Tras el auge de 2021, las fusiones y adquisiciones (M&A), incluidas las compras apalancadas (LBO), han sido moderadas. Si la confianza empresarial se recupera y aumenta el volumen de operaciones, las transacciones financiadas con deuda podrían ejercer presión sobre el crédito. Dicho esto, creemos que por ahora todavía estamos en las primeras fases de cualquier repunte significativo de la actividad de M&A/LBO, y que un deterioro inmediato de la calidad crediticia como consecuencia de ello parece poco probable.
Otro riesgo emergente está vinculado al despliegue de centros de datos y de infraestructuras de inteligencia artificial. Los emisores podrían acudir al mercado con nueva deuda para financiar grandes programas de inversión en capital en este ámbito. La ampliación de los diferenciales de Oracle ha sido una señal temprana de que los mercados están empezando a valorar el riesgo de ejecución asociado.
Al mismo tiempo, 2025 ha registrado un volumen récord de emisiones “reverse Yankee”, con empresas estadounidenses captando capital fuera de Estados Unidos. Si el ciclo de inversión en IA continúa acelerándose, esta presión de oferta podría extenderse también a los mercados europeos. Un gasto en capital o unas emisiones mal sincronizadas o mal gestionadas podrían traducirse en tensiones crediticias.
Mantenemos una visión constructiva
Aun así, incluso con valoraciones ajustadas y riesgos potenciales presentes, nuestra visión general sobre el crédito sigue siendo positiva. En primer lugar, la calidad crediticia subyacente continúa siendo sólida. Las empresas con grado de inversión entraron en los últimos años con balances saludables.
Muchas compañías atravesaron los últimos cuatro o cinco años de incertidumbre, COVID-19 en 2020, el repunte inflacionista en 2021, las rápidas subidas de tipos de interés en 2022 y la incertidumbre política y regulatoria en 2025, con una prudencia medida. Tanto en Estados Unidos como en Europa, las empresas mantuvieron el gasto combinado en inversión en capital, dividendos y recompras de acciones por debajo del flujo de caja operativo, lo que indica un enfoque disciplinado en la gestión del balance.
No nos encontramos en un entorno recesivo con impagos generalizados. Tampoco estamos en una fase de auge caracterizada por adquisiciones agresivas y con un elevado nivel de endeudamiento, que suelen generar tensiones más adelante en el ciclo. El margen de capital de muchas empresas prestatarias se encuentra cerca de niveles récord, lo que proporciona un respaldo adicional en caso de rentabilidades bajas o tensiones en la refinanciación.
En el segmento de grado de inversión, las mejoras de calificación han superado a las rebajas en una proporción aproximada de 2,5 a 1 en los últimos trimestres. El crecimiento en Europa, aunque modesto, sigue siendo positivo, lo que respalda al crédito. Las empresas pueden atender el pago de cupones y refinanciar su deuda, pero el entorno no fomenta un gasto excesivo ni una sobreextensión financiera.
Los flujos deberían seguir siendo favorables. Los gobiernos mantienen elevados déficits y se enfrentan a obstáculos políticos para reducirlos. Esto incrementa la oferta de deuda soberana y puede incentivar a los inversores a inclinarse por el crédito corporativo, que ofrece un perfil de riesgo más estable y mayores rentabilidades.
Nuestro escenario central para 2026
Contempla rentabilidades totales moderadamente positivas, impulsadas principalmente por el carry y los ingresos por cupones. Dadas las valoraciones actuales, existe un margen limitado para un mayor estrechamiento de los diferenciales. Es poco probable que se amplíen de forma significativa salvo que se produzca una crisis macroeconómica, como una recesión, una sorpresa inflacionista o una oleada mal gestionada de inversión en capital vinculada a la IA.
En términos prácticos, los diferenciales de los bonos con grado de inversión y de alto rendimiento podrían permanecer dentro de un rango durante un periodo prolongado si los fundamentos siguen siendo sólidos y las condiciones técnicas siguen siendo favorables. Desde el punto de vista de la cartera, es sensato dar preferencia a los emisores con balances sólidos, apalancamiento moderado, bajas necesidades de refinanciación y exposición al crecimiento estructural en lugar de a las fluctuaciones cíclicas. La selección activa de créditos sigue siendo clave.
Con unos diferenciales ajustados, el riesgo a la baja es asimétrico. Un solo acontecimiento negativo puede tener un impacto directo en las valoraciones, mientras que el margen para un endurecimiento adicional es relativamente limitado. Aun así, el panorama general sigue siendo constructivo. Los sólidos fundamentos, el crecimiento constante, el comportamiento disciplinado de las empresas y los factores técnicos favorables apuntan a unas perspectivas estables y resistentes para el crédito en 2026.