La naturaleza necesita cuidados. Esperamos que la COP28 que comienza hoy en Dubái capitalice el  éxito de la COP15 del año pasado, donde 188 países acordaron poner freno al declive de las especies  animales y vegetales en 2030. Una cuestión clave es el respaldo financiero para la mitigación del  impacto en el clima y la preservación de los hábitats y, en este sentido, los detalles específicos de las  ayudas económicas y las metas de adaptación figuran entre las grandes prioridades. Todo ello forma  parte de una mejor comprensión de la relación y los ciclos de retroalimentación entre el mundo  natural y el clima del planeta. 

Naturalmente, el énfasis de la COP28 estará en avanzar hacia el objetivo básico de limitar el  calentamiento global a 1,5 °C frente a las medias preindustriales. Aunque ese límite se pone cada vez  más en duda, es crucial como punto de referencia y meta para enfocar las reflexiones y dar contexto  a todos y cada uno de los esfuerzos y acuerdos que se debatan en la conferencia. El balance global,  que evaluará los progresos, desempeñará un papel crucial en los debates y para que los actores  nacionales rindan cuentas en lo sucesivo. Los primeros indicios sugieren que este límite no se  alcanzará si no se aceleran los esfuerzos de descarbonización considerablemente y la respuesta de los  participantes ante esta situación en la COP28 dará una señal clara sobre la credibilidad de esos 1,5°C  como objetivo a largo plazo. 

La mayoría de las expectativas en torno a la conferencia se han adaptado a la complejidad de los  debates relacionados y al reto de conseguir unanimidad en cuestiones difíciles, como la participación en el fondo para pérdidas y daños. Tanto en las reuniones como en los mercados, las expectativas  discretas pueden allanar el camino a sorpresas positivas. Podríamos ver, por ejemplo, que se triplican los objetivos de energías renovables, teniendo en cuenta los rápidos avances conseguidos hasta ahora  en esta área. Y podríamos asistir a serios esfuerzos para acelerar nuestra adaptación al cambio  climático, donde la mitigación está resultando ser compleja.  

Las finanzas son también un ecosistema complejo. Dentro de él, las gestoras de activos  desempeñamos un papel fundamental a la hora de hacer fluir el capital entre los propietarios de activos, las empresas y los gobiernos. Este proceso conecta a los ahorradores y a los inversores con  los valores mobiliarios, protegiendo y mejorando sus rentabilidades a largo plazo, y también puede  apoyar iniciativas climáticas consensuadas a escala mundial. Las gestoras de activos podemos reorientar las carteras de inversión para tener en cuenta objetivos de temperatura, financiar nuevas  empresas y tecnologías en los diferentes sectores y regiones y dialogar activamente con las empresas  sobre sus estrategias de cero emisiones netas. Como resultado de ello, es esencial que el sector tenga  voz en el debate internacional en torno a la descarbonización. 

Las reuniones de esta COP28 sentarán unas bases sólidas para los cambios de fondo que necesita la  estructura de la actividad financiera con el fin de sostener los objetivos de cero emisiones netas, y  estaremos atentos a las novedades en varias cuestiones clave. En primer lugar, está el desarrollo y la  adopción de regímenes y estándares sobre finanzas sostenibles armonizados a escala internacional.  Como muchos otros, consideramos que la adopción generalizada del marco de la ISSB y los informes  de sostenibilidad normalizados es un factor importante para reforzar la confianza de los inversores y  dirigir capitales hacia los esfuerzos de transición sostenible. En segundo lugar, cabe citar la ampliación del alcance de los mecanismos de fijación de precios y los mercados para las emisiones de carbono.  Alrededor de una quinta parte de las emisiones mundiales está cubierta actualmente por algún tipo  de marco de fijación de precios y se podría considerar cómo podrían funcionar los mercados de  naturaleza.

Estos mercados podrían basarse en el principio “el que contamina, paga”, integrando la  gestión eficaz de los suelos y los incentivos a la conservación de la naturaleza para tener plenamente  en cuenta las externalidades medioambientales. En tercer y último lugar, abordar la conservación de  la naturaleza y una transición justa será esencial para los acuerdos de alto nivel que consideren todos  los aspectos de los ecosistemas humanos y naturales, y resulta alentador ver que se dedican varios  días del programa a la naturaleza, al agua y a la agricultura. Será importante que los gobiernos adopten  políticas acordes con el Marco Mundial sobre Biodiversidad, centrándose en la deforestación y la  contaminación por plásticos de manera que también se reconozca la necesidad de desarrollar medios  de vida sostenibles.  

A pesar del reto que plantea conseguir acuerdos en algunas de las grandes cuestiones, la COP28 debería ser el crisol para definir objetivos precisos e indicadores de progresos que permitan a los países avanzar con su propia transición y ayuden a proteger a aquellos que sufren los efectos  económicos y sociales del cambio climático y la pérdida de naturaleza.

Como sector, estamos especialmente atentos a los aspectos específicos de estos compromisos que guiarán el panorama de  inversión durante un futuro previsible y, con suerte, posibilitarán que el ecosistema financiero esté en  mayor consonancia con el del planeta.