Según BloombergNEF, la oportunidad de inversión se sitúa en torno a los 200 billones de dólares, ya que los esfuerzos en la transición energética deben aumentar para que el mundo alcance sus objetivos de cero emisiones netas en 2050. Esto supone un gasto anual de unos 6,5 billones de dólares, frente a los 2 billones de 2021, o lo que es lo mismo, una media de aproximadamente el 2% del PIB mundial (casi el equivalente a lo que gastan los aliados de la OTAN en presupuesto militar).

Ámbitos como la energía eólica, los vehículos eléctricos y las bombas de calor tendrán que crecer drásticamente. Si tomamos como ejemplo la energía eólica en Estados Unidos, su capacidad tendrá que pasar de los 100 gigavatios actuales a 4.200 gigavatios en 2050, según Bank of America Global Research. O pensemos en el aumento de cientos de miles de estaciones de recarga de vehículos eléctricos en medio del cambio hacia el transporte por carretera impulsado por baterías.

Todos estos sectores necesitarán que sus mercados crezcan entre 40 y casi 200 veces su tamaño actual, y ese crecimiento requerirá capital. BloombergNEF calcula que se necesitarán unos 110 billones de dólares para transformar la forma en que consumimos la energía, por lo que habrá que pensar en bombas de calor, vehículos eléctricos y reciclaje sostenible. Los 90 billones de dólares restantes se destinarán a los activos de suministro energético, que incluyen la infraestructura de red y la captura de carbono.

Los incentivos han comenzado a reforzarse en EE.UU. y Europa hasta el punto de que las inversiones en transición energética ya están al borde de superar a las destinadas a combustibles fósiles, una tendencia que se acelerará drásticamente en los próximos años. Las empresas con una ventaja competitiva en este ámbito son exactamente el tipo de inversiones que tenemos en cuenta, ya que se beneficiarán de una afluencia de capital, a menudo ofreciendo soluciones más baratas y la oportunidad de crecer con mayor rapidez.

Pero incluso sin apoyo político ni programas de subvenciones, estas tendencias persistirán como motores a largo plazo y vientos de cola estructurales para las empresas que aporten soluciones viables a las amenazas medioambientales a las que nos enfrentamos. Las inversiones en tecnologías que hagan avanzar la construcción de inmuebles energéticamente eficientes, el transporte por carretera ecológico y las alternativas a los procesos intensivos en carbono son tan cruciales como el desarrollo de energías renovables tales como los parques eólicos y solares.

Es probable que las presiones normativas contribuyan a despertar el apetito de los inversores por las inversiones de impacto. La Casa Blanca anunció en septiembre que el objetivo del presidente Biden es reducir a la mitad las emisiones de EE.UU. con respecto a los niveles de 2005, lo que supone casi duplicar el objetivo fijado inicialmente por la Administración Obama. En principio, los legisladores de la UE han acordado aumentar su objetivo de reducción de emisiones del 40% al 55% respecto a los niveles de 1990. Esto ejercerá una presión adicional sobre las empresas para que se sumen a la lucha contra el cambio climático.