En los últimos años hemos asistido a la aparición de un universo de mercados emergentes claramente bifurcado. Se trata de los países con una calificación crediticia más alta y de las llamadas "economías frontera", con una calificación más baja. Ambos tienen atributos muy diferentes y es probable que afronten los retos futuros de maneras muy distintas. En general, las economías con menor calificación tuvieron dificultades en 2022 debido a la subida de los tipos de interés en EE.UU., combinada con un brusco descenso de la confianza en el riesgo, lo que provocó un fuerte aumento del coste de la financiación. Varios de estos países más frontera se enfrentaron a grandes ajustes monetarios, algunos quedaron efectivamente fuera de los mercados primarios, mientras que las reestructuraciones de deuda soberana alcanzaron niveles récord, similares a los de la década de 1990. 

A medida que la Reserva Federal iba subiendo los tipos de interés hasta 2023, el aumento de los tipos marginales se ha ido transmitiendo lentamente a la dinámica de la deuda agregada.

Para los países que afrontan grandes amortizaciones, los tipos estadounidenses más elevados, combinados con un menor crecimiento del PIB nominal y un dólar fuerte, están ejerciendo una presión continua sobre las métricas del stock de deuda. Mientras tanto, a muchos de estos países les está resultando políticamente difícil recortar los déficits fiscales, sobre todo porque los intereses han aumentado.

La situación ha sido completamente distinta en algunos de los países emergentes más desarrollados, como Brasil y México. En general, han acumulado un gran colchón de ahorro privado interno que ha contribuido a financiar los déficits fiscales y que ahora están empezando a reducirse. Las características del endeudamiento de estos países también han cambiado, lo que les ha ayudado a depender menos que en el pasado del endeudamiento exterior a corto plazo. Han alargado el vencimiento de sus emisiones, mientras que la propiedad extranjera de sus bonos en moneda local ha disminuido en términos generales. Muchos de estos países tienen unos balances exteriores y un acceso al capital lo suficientemente sólidos como para soportar cualquier volatilidad y han constituido grandes reservas de divisas, de modo que incluso con cualquier presión sobre las reservas de divisas, éstas se mantienen en niveles cómodos.

Por último, aunque los países emergentes han luchado tradicionalmente contra la inflación, muchos de los países emergentes más desarrollados subieron los tipos de interés antes y de forma más agresiva de lo que lo hicieron los países desarrollados para evitar desanclar las expectativas de inflación. En consecuencia, parece que la inflación volverá a las zonas de confort de los bancos centrales de la mayoría de los países emergentes a finales de 2024. La resistencia de los mercados emergentes se puso a prueba en 2023. Además del agresivo ciclo de subidas de tipos en EE.UU., los mercados emergentes tuvieron que hacer frente a dos guerras distintas, a las tensiones bancarias en EE.UU. en marzo y a una fuerte liquidación de bonos. El hecho de que los mercados emergentes más desarrollados fueran capaces de capear esta volatilidad sin demasiado impacto demuestra lo mucho que han progresado estas economías.

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