Evaluar las inversiones desde la óptica de la doble materialidad constituye un reto diario para los analistas de inversión sostenible. Esa evaluación conlleva analizar el impacto que las empresas tienen en el mundo, así como el impacto que los factores ESG tienen en las empresas.

Para industrias como la química, sopesar impactos complejos y potencialmente opuestos entraña dificultades especiales. La opinión pública sobre los productos químicos y su idoneidad para el uso general también está evolucionando, y le resta atractivo a la inversión en este sector.

Impacto de los productos químicos en la sostenibilidad

Las sustancias químicas son esenciales para producir artículos cotidianos, desde alimentos, agua limpia y productos sanitarios, hasta vivienda o ropa, entre otros muchos. Sin embargo, parece que en los últimos años solo se oye hablar del impacto perjudicial de los productos químicos, como el efecto contaminante de las «sustancias químicas permanentes», por ejemplo, las sustancias perfluoroalquilicas y polifluoroalquilicas (PFAS), los plásticos de un solo uso, o del impacto de los pesticidas en la biodiversidad. 

Incluso la ONU reconoce que «un uso significativo de productos químicos es fundamental para alcanzar los objetivos sociales y económicos de la comunidad mundial». Sin embargo, hemos llegado a un punto en el que se han superado los límites planetarios para nuevas entidades, lo que significa que se crean más sustancias químicas de las que nuestro planeta puede soportar. 

El dilema es que muchas sustancias químicas útiles tienen propiedades peligrosas para el medio ambiente y la salud humana, y el uso de estos productos en el último siglo supera nuestra comprensión de su impacto. Se han creado más de 350.000 productos químicos sintéticos, y se prevé que su producción se triplique de aquí a 2050. 

Los gobiernos de todo el mundo reconocen ahora que es necesaria una mayor regulación para gestionar los productos químicos y los residuos químicos peligrosos, lo que tendrá importantes repercusiones financieras para las empresas que los producen y utilizan.

La mayor reforma en décadas

La Estrategia Química para la Sostenibilidad de la UE, publicada en 2020, se considera la mayor reforma de la industria química en décadas. Forma parte del European Green Deal, un paquete de iniciativas políticas intersectoriales que busca alcanzar la transición ecológica y la neutralidad de carbono para 2050. Entre los objetivos figuran:

  • Prohibir las sustancias químicas más nocivas en los productos de consumo, con la eliminación progresiva de los PFAS
  • Mejorar la evaluación de riesgos teniendo en cuenta el efecto cóctel de las sustancias químicas
  • Establecer un procedimiento más sencillo estilo: «una sustancia, una evaluación»
  • Fomentar la resiliencia en el suministro y la sostenibilidad de los químicos esenciales
  • Adoptar estándares internacionales más estrictos para invertir únicamente en productos químicos seguros y sostenibles. 

La estrategia repercutirá en un tercio de las sustancias químicas de uso común, afectando a artículos cotidianos como productos de limpieza, cosméticos, pinturas y plásticos. Según estimaciones de mercado, de aquí a 2040 se habrán prohibido productos por valor de unos 70.000 millones de EUR en ingresos, es decir, alrededor del 12% del mercado europeo de productos químicos, mientras que otros se reformularán o regularán de forma más exigente. 

La perspectiva de la sostenibilidad

En Robeco, al evaluar cómo incide una empresa en la sostenibilidad nos centramos en primer lugar en el impacto de sus productos en los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y, en segundo lugar, en el impacto de su actividad, de acuerdo con la taxonomía de sostenibilidad de la UE. 

Consideramos positivas las sustancias químicas que de forma directa fomentan los ODS, como aquellas con las que se proporcionan energías renovables, agua potable, medicamentos o acceso a alimentos nutritivos. También apoyamos alternativas más seguras a las sustancias peligrosas que se utilizan actualmente, como son la agricultura sostenible o los productos que contienen materiales reciclados y reciclables. Valoramos como negativos aquellos productos químicos que contienen sustancias altamente preocupantes. 

Los impactos son a veces contradictorios y dificultan la evaluación, como el uso de fertilizantes para aumentar la producción de alimentos. Aunque pueda tener un impacto positivo porque reduce el hambre, el uso excesivo de fertilizantes puede ser perjudicial para la biodiversidad. 

Y aunque las materias primas químicas de origen biológico pueden reducir las emisiones relacionadas con el clima, pueden afectar negativamente a la biodiversidad, un efecto conocido como «desplazamiento de la carga». Se necesita una visión integral de todos los impactos para minimizar este efecto y evitar causar daños significativos, un enfoque que adoptamos en nuestro Marco de los ODS.

La investigación ayuda a mitigar riesgos

La imperfecta comprensión del impacto real de las sustancias químicas constituye una complicación adicional. Las PFAS nos advierten sobre las consecuencias imprevistas. Estas sustancias se han utilizado ampliamente desde la década de 1940 en productos domésticos como quitamanchas, pinturas y revestimientos, mejorando propiedades hidrófugas deseables y prolongando la vida útil de otros productos. 

Aunque en un principio se pensó que eran inocuas, ahora sabemos que su uso durante muchas décadas ha provocado una acumulación de PFAS en el medio ambiente. Todavía se están descubriendo sus repercusiones y las amenazas para la salud humana y animal. Como analistas sabemos que no siempre pueden evitarse las consecuencias imprevistas. Podemos tratar de minimizar su impacto manteniéndonos al día de los avances científicos y comprobando periódicamente que nuestro marco de evaluación tiene en cuenta los conocimientos más recientes. 

También nos alineamos con los principales organismos del sector, como la Iniciativa de Inversores en Sustancias Químicas Peligrosas (IIHC) de Chemsec, que anima a los productores a aumentar su transparencia y poner fin a la producción de sustancias químicas persistentes como las PFAS. Esta iniciativa cuenta con unos 50 inversores institucionales (entre ellos Robeco), y con un total 10 billones de USD en activos gestionados. 

La perspectiva financiera

La materialidad sostenible y financiera son dos caras de una misma moneda. Comprender los impactos de una empresa es clave para entender cómo afectarán a su crecimiento, rentabilidad y riesgo futuros. Al evaluar las empresas químicas, nos centramos en el impacto y gestión de sus productos, su estrategia climática y su ecoeficiencia operativa, especialmente en la gestión de residuos peligrosos y el gobierno corporativo. 

Consideramos positivas las empresas que ya han empezado a eliminar progresivamente sustancias químicas peligrosas, que buscan alternativas más seguras y que gestionan bien sus impactos operativos. Estas son las empresas que pueden beneficiarse de los cambios en la industria y la demanda del mercado, una tendencia que lideran las empresas más orientadas al consumidor. 

También nos fijamos en el buen gobierno y la transparencia, que sirven para mitigar el riesgo de problemas futuros. Es probable que las empresas que tarden en adaptarse a los cambios del mercado se enfrenten a costes de adaptación futuros más elevados, además de perder cuota de mercado. 

Encajar todas las piezas 

En Robeco, la influencia que las perspectivas de doble materialidad tienen en nuestras decisiones de inversión depende en última instancia del gestor de cartera. Los analistas de inversión sostenible identifican los posibles impactos financieros y de sostenibilidad para estimar su magnitud y plazo probables, pero no asignan ponderaciones a tales impactos. 

De hecho, la decisión final depende del enfoque de inversión de cada estrategia, con las limitaciones necesarias para garantizar que las empresas que provocan daños significativos no acaban en nuestros fondos más sostenibles. No es un trabajo fácil (la inversión sostenible no es una «varita mágica»), pero nos complace hacerlo para aumentar la sostenibilidad de sectores polémicos como el químico.