Nuestra visión del crecimiento mundial es optimista. Si bien es cierto que algunos bloques económicos se encaminan hacia una recesión suave y poco profunda, se trata de un supuesto desenlace derivado de las políticas restrictivas de ralentización de la demanda. En este sentido, es poco probable que se produzca una recesión más profunda. La auténtica cuestión es que, desde el punto de vista estructural, prevemos una expansión económica prolongada, impulsada por la tecnología y la rivalidad, liderada por EE. UU. y China.
Los mercados emergentes ocupan una posición privilegiada para beneficiarse de los efectos positivos de esta calibración. Las previsiones de crecimiento del Fondo Monetario Internacional en su informe sobre las “Perspectivas de la economía mundial” de abril apoyan esta tesis; incluso cuando el crecimiento chino transite hacia un nuevo estado estacionario y el crecimiento de la DM vuelva a la tendencia, se espera que la China de los mercados emergentes lidere el camino con una prima de crecimiento del 3% en relación con la DM en los próximos años. La historia nos ha demostrado que esta situación fomenta las entradas de capital en los mercados emergentes.
Por otro lado, la gran oleada inflacionista se ha apoderado de la comunidad inversora en los últimos 18 meses; ha sido una tormenta perfecta, al cruzarse la demanda tras la reapertura con la estrechez de los mercados energéticos y la agitación geopolítica en Europa del Este. Dicho esto, ahora hay indicios claros de que la inflación ha tocado techo en los mercados emergentes y está en proceso de desaceleración rápida en muchos casos. Las megatendencias estructurales desinflacionistas de varias décadas -como la tecnología, la espiral de endeudamiento y la demografía- siguen intactas y vuelven a ejercer una presión a la baja sobre la inflación, a medida que se normalizan las distorsiones postpandémicas.
Con la inflación en el punto de mira, creemos que la gran mayoría de los bancos centrales de los mercados emergentes han completado sus ciclos de endurecimiento; es probable que en los próximos meses se descarten nuevos recortes de tipos. Con la inflación tocando techo y los bancos centrales pivotando, es probable que el capital mundial vuelva a dirigirse hacia los mercados emergentes.
De manera adicional, el tema de la moderación del crecimiento en China ha sido un lastre importante para muchas economías de mercado emergentes en los últimos años. La reapertura de la economía china es un acontecimiento bien recibido, que actúa como contrapeso de la ralentización del crecimiento en Occidente, pero también como impulso de la demanda para las exportaciones de los mercados emergentes, como las materias primas. Hasta ahora, la estrechez de la recuperación en China ha sido una desalentadora; se requiere un mayor esfuerzo por parte de los responsables políticos de Pekín para rejuvenecer el sector inmobiliario y, por extensión, la confianza y el consumo de los hogares.
Somos optimistas en cuanto a la adopción de medidas políticas significativas que respalden las recientes declaraciones del Primer Ministro Li. En cualquier caso, no todo son malas noticias en China. Sigue siendo una economía de 18,5 billones de dólares que probablemente crezca en torno al 5% este año. Se espera que Asia represente el 70% del crecimiento mundial, y gran parte de éste procederá de China.