Nuestra economía es una de las que más dinero público deriva a pagar las pensiones. De hecho, en este sentido, en Europa está sólo por detrás de Grecia (17% del PIB), Italia (16,5% del PIB), Portugal (14% del PIB) y Francia (15,7% del PIB), mientras el ahorro privado destinado al mismo fin es inversamente proporcional.

 

 

Sin embargo, el mantenimiento del elevado gasto público en pensiones está en entredicho, con una deficitaria hucha de pensiones y una pirámide poblacional invertida por la baja natalidad y la creciente esperanza de vida.

En 2017 se asignaron 139.647 millones para pensiones y este año los Presupuestos Generales del Estado destinarán 144.834 millones de euros a esta partida, lo que supone un aumento de 5.187 millones. Como resultado, en 2017 el déficit del sistema de pensiones se situó en 18.800 millones (1,61% del PIB) y este año, para equilibrar el agujero y garantizar el pago puntual de las pensiones, el Estado tendrá que prestar 15.164 millones de euros a la Seguridad Social. Esta situación pone de manifiesto las dificultades crecientes de España para hacer frente al pago de las pensiones públicas año tras año. Además, lo más preocupante está por venir, con el retiro de la generación baby boom (nacidos entre 1958 y 1977), pues el abultado número de personas que se jubilarán hacia 2050 supondrá un importante pico en el gasto en pensiones.

 

 

También cabe destacar que, en el momento actual, la relación entre la pensión inicial y el último salario (tasa de sustitución) es relativamente elevada en España, pero las reformas darán un vuelco a la situación y esta relación previsiblemente caerá en picado.

 

 

Teniendo en cuenta todo esto, ¿podemos confiar en mantener nuestro nivel de vida actual a partir de nuestro retiro? Parece complicado sólo dependiendo de la pensión pública, por lo que la alternativa sería buscar un complemento privado. En este sentido, los fondos de inversión son un producto de ahorro perfectamente compatible con las pensiones públicas pues, al ser vehículos de inversión a largo plazo, aunque el perfil de riesgo del ahorrador cambie con los años, se puede traspasar el dinero entre fondos sin tener que tributar por ello, o incluso elegir fondos de inversión perfilados adaptados a los distintos niveles de riesgo y horizontes temporales de los ahorradores.