La economía mundial se aproxima hacia una contracción sincronizada con riesgos de recesión. Este es el diagnóstico por el que se decantan organismos multilaterales como el FMI o la OCDE en sus recientes diagnósticos. Aunque economistas y analistas del mercado se inclinan por un aterrizaje de la actividad global, al que seguirá un periodo de ralentización de larga duración. El único punto de discordia es cuándo entrará en parálisis, aunque el consenso dibuja un 2020 más que sombrío.En el que los PIB del G-7, en estado de anemia o en franca desaceleración, podrían entrar en un escenario sincronizado de números rojos, si bien auguran que sus economías van a lograr eludir la recesión; es decir, dos trimestres consecutivos con recesos negativos.

Las voces más optimistas llegan de las firmas de inversión. No son todas y parecen minoritarias, pero sus apuestas pasan por una fase corta de corrección de los mercados financieros al que seguirá un rebote del dinamismo, bajo un despegue tibio. En función de que se diluyan riesgos que se han instalado en el clima inversor como las guerras comerciales, el Brexit o las tensiones geopolíticas en latitudes como Oriente Próximo, que pueden ocasionar oscilaciones intensas del precio del petróleo si, como ocurrió en verano, cuando el terrorismo islamista atacó con drones contra la refinería Abqaiq, la de mayor producción de crudo del planeta, que gestiona la petrolera estatal saudí Aramco, la empresa más poderosa del mundo.

 

 

El Fondo Monetario, en su informe otoñal, abundó en la alarmante debilidad de la economía mundial, debido a la paralización de la industria y el comercio. A juicio del FMI, el PIB global apenas registrará un alza del 3% este año, justo en el límite de lo que el consenso del mercado considera técnicamente como contracción. Por un lado, por la atonía de una industria, que se encuentra en plena reconversión digital hacia la denominada Revolución 4.0, que no guarda comparación con cualquiera de las precedentes, porque supone un fulgurante cambio de paradigma en las cadenas de valor y en la configuración de los modelos de negocios, que exige mayores tasas de productividad y que requiere de plataformas digitales y ecosistemas empresariales efectivos para abordar las nuevas demandas de consumo. 

Y que ya ha sumergido en una depresión productiva a algunos sectores altamente sensibles a los vaivenes de los mercados como el automovilístico, acorralado también por el segundo factor del aterrizaje económico: las subidas arancelarias surgidas de las guerras comerciales. Fruto del proteccionismo que ha arraigado en potencias como EEUU. La directora gerente del Fondo, la economista búlgara, Kristalina Georgieva, cifró en el tamaño del PIB suizo -el decimonoveno del planeta, con algo más de 740.000 millones de dólares- el lastre que han provocado estas batallas al dinamismo mundial. El organismo prevé que el volumen de mercancías y servicios apenas supere en una décima el 1% de crecimiento este año. Otro parámetro que el mercado interpreta como peligro latente de recesión. Aunque eleve su predicción de 2020 hasta el 3,2%.

Los daños colaterales a la industria y el comercio

Esta ciénaga en la que ha caído la actividad -dice el FMI- mantiene estancadas tanto a los países industrializados como en los mercados emergentes. Aunque en estos momentos afecta más en especial a Europa y, en menor medida, a EEUU, pero también a los tigres asiáticos y a varias de las economías de la región de rentas altas, y está siendo “muy pronunciada” en naciones como Brasil, China, India, Rusia, Sudáfrica (los denominados BRICS) y México, que experimentan una significativa presión sobre sus datos macroeconómicos y estados financieros.

El sector automovilístico -incide el informe- revela “disrupciones” en la demanda global de la industria. No sólo debido al “tránsito hacia la digitalización” o a los cambios en las cadenas de valor de sus empresas. Sino también a factores como “la expiración de los incentivos fiscales en China” o los ajustes productivos por la asunción de las reglas sobre reducción de emisiones de CO2 en Europa -especialmente en Alemania, máximo exponente del hundimiento del sector- y en el gigante asiático. O a la actitud de los consumidores de esperar y ver “la oferta tecnológica” que los grandes emporios automovilísticos ponen en el mercado para paliar el parque de vehículos contaminantes.

En paralelo, las tensiones comerciales entre EEUU y China han acelerado la debacle productiva. Desde el inicio del pasado ejercicio “los costes de intermediación” en los flujos de comercio y de inversión han aumentado, la incertidumbre se ha disparado y las empresas, muy en especial las del tejido industrial, han adoptado estrategias de cautela, que han retraído sus planes de compra de maquinaria y equipo y sus expectativas de gasto a largo plazo. Tendencia que se aprecia sobre todo en economías de alta exposición internacional, como las asiáticas. Pero que es palpable en países como Alemania o Japón, cuyas tasas industriales han retrocedido en términos anuales, o en China y Reino Unido, con una ralentización considerable. Incluso en EEUU, donde se observa ya una “particularmente pronunciada caída de la producción de bienes de capital”.

Contracción, parón brusco o corrección con despegue lento… el triple dilema que asola al PIB global

El FMI alerta de posibles deterioros del actual ciclo de negocios por incertidumbres geopolíticas como el Brexit o monetarias como el retorno a la política de bajos tipos de interés o las tensiones cambiarias por la sobrevaloración del dólar. Todo ello le lleva a prever un repunte modesto de la economía estadounidense. Lejos de la promesa de su presidente, Donald Trump, de alcanzar una velocidad de crucero anual, durante su mandato, del 3%. Apuesta por un alza del 2,4% este año, tres décimas por encima de su predicción para 2020, año de elecciones presidenciales, en noviembre. El Fondo achaca este “notable descenso” de un PIB que navegó hasta finales de 2018 por encima del objetivo oficial de la Casa Blanca a un abanico de motivos.

A la tardanza de la Reserva Federal en adoptar de nuevo una “táctica acomodaticia” de abaratamiento del dinero, a la sobrevaloración del dólar, en otro 2,5% este año -que sitúa su apreciación en un 18% según el consenso del mercado- y al descenso de la inversión extranjera directa, “afectada, entre otras razones, por las operaciones financieras de sus multinacionales en busca de las ventajas de la rebaja fiscal de Sociedades” aprobada por la Administración Trump.

La visión de los expertos… sobre el futuro de la coyuntura mundial

Alejandro González de Aguilar, socio de Financial Advisory en Deloitte, asegura en declaraciones a Estrategias de Inversión que, “a día de hoy, con los actuales niveles de liquidez y tipos de interés, no parece que vayamos a asistir una contracción drástica en los mercados de crédito en corto plazo”.

Quizás -dice- en el medio sí podríamos asistir a un cambio en las condiciones actuales, tanto en términos de coste como de acceso. Respecto a la volatilidad, tenemos múltiples eventos que favorecen la incertidumbre como las guerras comerciales: el Brexit, las protestas en Hong Kong o la reciente inestabilidad política en Sudamérica. También los riesgos derivados de las guerras comerciales. Pero también podríamos señalar los niveles de apalancamiento, tanto a nivel público como privado, y sus potenciales efectos en caso de un cambio de contexto, la volatilidad en el precio de las materias primas con foco especial en el crudo.

“Si lo vemos en términos de probabilidad, que se repita una crisis de la magnitud y profundidad de la que vivimos en 2008, no parece que se pueda contemplar como un escenario central”, afirma González de Aguilar. Por ejemplo, hemos visto cómo el sector industrial se veía afectado por las guerras comerciales e inestabilidad global mientras que los servicios mostraban más resiliencia a la situación. En este sentido, en caso de que las tensiones de las guerras comerciales y/o del Brexit se reduzcan, “podríamos asistir a una estabilización, o incluso, una mejora de las perspectivas para el 2020”.

En términos de recetas, parece claro que además de los esfuerzos que se está haciendo desde el BCE, estos deberían estar acompañados de esfuerzos fiscales y políticas económicas que generen un contexto favorable para la estabilización de la desaceleración y posterior recuperación.

En la aseguradora española Crédito y Caución trabajan sobre el escenario de una desaceleración del PIB global en 2019 y 2020 hasta el 2,5%, siete décimas por debajo del valor de cierre de 2018. En un contexto cada vez más complejo, las empresas necesitarán más que nunca apoyarse en soluciones como el seguro de crédito para detectar el deterioro de los riesgos de crédito de su cartera y seleccionar a los mejores clientes potenciales.

La lista de los cinco riesgos que más preocupan a Crédito y Caución, porque amenazarán la solidez del crecimiento y el comercio global en 2020, está encabezada por la posible escalada de la guerra comercial y la apertura de nuevos frentes por parte de Estados Unidos, como, por ejemplo, en Europa.

Le sigue la incertidumbre, entendida como la dificultad añadida que tienen las empresas para prever la evolución de las políticas económicas, el desenlace del Brexit o asuntos como la crisis institucional en Italia. Tampoco debemos perder de vista la posibilidad de un aterrizaje de China, una política monetaria errónea o el crecimiento del precio del petróleo, por los efectos que tendrían estos eventos sobre la economía global. Respecto a los niveles de impago, nuestro último Barómetro de Prácticas de Pago, que se centró en Europa Occidental, detectó un crecimiento claro. A medida que el PIB global se desacelera y que el sector manufacturero lucha contra el deterioro del comercio, las tasas de impago están acusando un aumento significativo.

De los 13 mercados analizados en Europa Occidental sólo dos han reducido en 2019 su tasa de impago en las operaciones comerciales entre empresas. Los mayores incrementos, entre las 14 y las 17 décimas, se registran en Austria, Suiza y Alemania. Los tres mercados germánicos pasan de tasas por debajo del 1% en 2018 a superar ampliamente el 2%.

En un segundo bloque se sitúan Bélgica, Suecia o Reino Unido, que ganan un punto porcentual, lo que también supone un giro significativo en el riesgo de impago comercial para las empresas españolas que exportan a estos mercados. Irlanda, España, Francia, Países Bajos o Grecia registran empeoramientos más suaves.

El debilitamiento del crecimiento del PIB -dicen en la aseguradora- y la limitación de las posibilidades de política monetaria en la zona del euro y en Estados Unidos parecen justificar un impulso global de los estímulos fiscales. Sin embargo, teniendo en cuenta la relación entre la deuda y el PIB, el margen de maniobra para el estímulo fiscal es limitado. Los organismos internacionales como el FMI sitúan el umbral de sostenibilidad para las economías avanzadas en el 85%. Este porcentaje es superior al 100% en Estados Unidos y ligeramente superior al 80% en la zona euro. En otras palabras, no parece haber margen en Estados Unidos y este es limitado en la zona del euro.

Ciertamente, Alemania, es uno de los mercados de esta zona con más capacidad para emprender programas de estímulo y tiene razones para valorarlo, ya que la producción industrial alemana se contraerá por encima del 3% en 2019. La debilidad de la industria alemana afecta especialmente el rendimiento empresarial y el riesgo de crédito de automoción, maquinaria y metalurgia, tres sectores interrelacionados que representan casi el 10% del PIB de este país en los que esperamos que las insolvencias aumenten entre un 2% y un 3%.

“No hay que descartar que estos programas de estímulo que revitalicen el crecimiento se den en las economías emergentes, donde el FMI ha fijado el umbral de sostenibilidad en el 70%, debido a la mayor volatilidad de sus condiciones de financiación”. América Latina se encuentra exactamente en ese límite. Sin embargo, Asia emergente, con un 55%, tiene bastante espacio, y la Europa emergente, con un 31%, aún más.