Samsung se va a tomar un par de años todavía. Y Apple esperará también hasta 2020 para adentrarse en el mundo de la nueva generación 5.0 aunque firmas como las estadounidenses Verizon o AT&T dicen estar ultimando sus versiones. Aunque los expertos del sector apelan a la cautela. La hiperconectividad del futuro no será tan inminente como se pueda pensar. 

El 5G, por lo tanto, será muy rápido. Hasta cien veces más que el 4G y acelerará los adelantos en innovación tecnológica que transformarán las economías. Desde vehículos autónomos hasta factorías y ciudades inteligentes, la alta computación o la realidad virtual. El pastel inicial de su despliegue será ha suculento. Tanto, como para sufragar los 326.000 millones de dólares en los que se estima la adaptación de las infraestructuras que precisa. Hasta 2025. Ericsson cree que la industria generará 619.000 millones de dólares ya al año siguiente, en 2026, cuando se iniciará la conversión al 6G.

Así se posiciona España y sus empresas de cara al 5G

Sin embargo, lo que está en juego trasciende de este negocio. En China, el mercado emergente que más ha avanzado en digitalización, está reclutando estudiantes de altas capacidades para impulsar la Inteligencia Artificial (IA) en su Ejército. Con el claro objetivo de disputar a EEUU la hegemonía en la carrera armamentística que se ha reemprendido entre las potencias nucleares.

También entra la rivalidad por el liderazgo de los mercados digitales, por el comercio electrónico, por las transformaciones productivas y por los espacios de innovación que exigen los nuevos modelos de negocios, basados en plataformas tecnológicas controladas por las multinacionales del sector y que demandan cambios en las habilidades profesionales y en las decisiones empresariales. En este contexto se enmarca la prohibición de la Administración Trump de bloquear la OPA hostil de la americana Broadcom a la china Qualcomm, por valor de 117.000 millones de dólares, por los temores a que Huawei, suministrador de servicios a su compatriota, domine el mercado de la tecnología digital y de la computación.  

La planificación del régimen de Pekín decidió emprender políticas de modernización económica hace casi un decenio. En nueve áreas industriales; entre otras, la siderometalúrgica, la naviera o la petroquímica. Con el propósito de aprovechar los cambios en los patrones productivo en las potencias industrializadas que precipitaron la crisis de 2008.  A esa incipiente estrategia oficial se unieron de inmediato otros siete sectores, desde la biotecnología a las energías alternativas y, desde 2015, cuando se anunció Made in China 2025, segmentos de más alta tecnología como el aeroespacial o la de nuevos materiales. Desde entonces, la evolución de sus datos deja una radiografía sorprendente. La tercera parte de los 262 startups globales que se han convertido en unicornios -facturaciones de más de 1.000 millones de dólares anuales- son chinas y acaparan el 43% del valor de estas firmas. O que sus gigantes tecnológicos tuteen en beneficios e ingresos a sus contrincantes americanos, europeos o japoneses.

Alibabá, Baidu, Tencent o BAT disponen de sus propios ecosistemas digitales. Al calor de la laxitud regulatoria y las dosis financieras de Pekín. Aunque también del boom del consumo, que roza el billón de dólares en Internet, -once veces el gasto de e-commerce estadounidense- y la inversión empresarial: el capital riesgo regó con más de 77.000 millones de dólares en el trienio 2014-16 a las firmas tecnológico-digital.

 

Sin embargo, y por encima de todo, subyace el espionaje industrial. En red. Con Barack Obama en la Casa Blanca, EEUU invocó a la Justicia Universal -un hecho sin precedentes-, e inició acciones penales contra cinco mandos del Ejército de China. Bajo la acusación de sabotaje económico y quebranto de 31 leyes federales, por las que solicitó hasta 15 años de prisión. Por primera vez, el Departamento de Justicia acusaba, con nombres y apellidos, a unos ciudadanos de otro país por crímenes cibernéticos. Y les colgó el cartel de ‘Buscados por el FBI’. Pero lo que no es una novedad es que China espíe actividades comerciales. Ni siquiera en suelo americano.

En 2013, Mandiant, firma de seguridad informática de Virginia, identificó a un grupo especializado del Ejército chino (al que dio el nombre de Unidad 61398) como fuente originaria de más de 140 ataques a compañías estadounidenses desde 2006. Del mismo modo que la mano invisible de China emergió en el robo de diseños de ingeniería de centrales nucleares que la multinacional Westinghouse construye aún en el gigante asiático en sus citas con directivos de la compañía estatal de electricidad. Mediante el acceso a e-mails, Pekín recabó datos de sociedades como SolarWorld, US Steel, Alcoa o ATI, firmas productoras de aluminio, según denunció la CIA, que señaló a las joint-venture bilaterales de empresas como foco de origen del espionaje industrial. China repeló las acusaciones. Su argumento oficial: que el accionariado estatal de las empresas convierte en irreal la necesidad de obtener información confidencial de sus rivales privados.

 

Europa, a la espera de que se constate la maniobra de Alemania, guarda una elocuente cautela. Huawei lleva la delantera en el negocio 5G en la UE. Andrus Ansip, el hasta ahora vicepresidente de la Comisión Europea y responsable del mercado único digital, admite “la preocupación de las firmas del sector por las nuevas reglas” que impondrán proveedores globales como los conglomerados chinos en el salto hacia la tecnología del 5G y por la instalación de chips con “mandatos de puertas traseras” con los que podrán obtener datos privados de ciudadanos y empresas. Pero las instituciones comunitarias siguen sin tomar postura común. E, incluso, ministros de Economía como el francés Bruno Le Maire sigue dando a Huawei la bienvenida al mercado galo.

Moncloa no se posiciona

En España, las incógnitas siguen en el alero. Desde la Secretaría de Estado de Agenda Digital la consigna es “no hacer comentarios”. Tampoco desde Moncloa, con los dos últimos Gobiernos, se han atrevido a emitir declaración oficial alguna. Ni siquiera a señalar si este asunto ha sido objeto de negociación, directa o fluida, con Pekín.

Telefónica, Vodafone, Orange y Ericsson operan con Huawei en el despliegue del 5G. También Más Móvil. Desde la operadora naranja se admite que “trabajan sin novedad” con la firma china y, desde la antigua compañía estatal se reconoce que mantienen cauces habituales “con varios proveedores de servicios de innovación para futuros estándares 5G”. En Telefónica se aseguraba a mediados de 2018 que “nos tomamos muy en serio la seguridad y la protección de los elementos de red de hardware y software y contamos con medidas sólidas para garantizar que todos nuestros proveedores cumplan con los más altos estándares de seguridad”. Entre otras medidas, “supervisamos continuamente todos nuestros sistemas”, con el propósito de “asegurarnos de que funcionan de manera segura”, además de “equiparlos con las últimas novedades en materia de seguridad”. La compañía -enfatizan- “cumple rigurosamente con las recomendaciones de los reguladores y agencias en los países donde operamos".

 

Vodafone, por su parte, anunció en la primavera del año pasado que había completado, junto a Huawei, la primera llamada de móvil 5G del mundo, realizada desde Castelldefels, donde la multinacional británica tiene su centro de innovación, a Madrid.

Desde MásMóvil abordan el negocio 5G como “una clara oportunidad para poder distinguirse aún más en su oferta de productos innovadores para sus clientes; pero, por otra, con prudencia, pues esta tecnología va a requerir importantes inversiones y es preciso encontrar los casos de uso que harán posible rentabilizar dichas inversiones”. Esta operadora tiene en marcha diferentes pruebas-piloto 5G para probar, desarrollar y validar la implementación 5G en su red, admiten en la compañía.

 

 

“Creemos que el modelo de despliegue óptimo pasa por acuerdos o alianzas con otros operadores, ya sea de forma pasiva -compartición de infraestructuras-, o activa, bajo las arquitecturas ya presentes en anteriores tecnologías (2G/3G/4G) y que también están estandarizadas para la quinta generación. MásMóvil tiene 80Mhz de espectro 5G disponibles en la banda 3,5Mhz, es el operador con mayor espectro por cliente -enfatizan- y han participado en un proyecto de servicio 5G mediante un dron antiincendios con la Generalitat catalana.

La multinacional española Cellnex es un operador de infraestructuras pasivas y, como tal, “ofrecemos el servicio de colocación en estas infraestructuras a los operadores móviles para que instalen sus equipos”. Por tanto, aclaran en la firma catalana, “somos neutrales y podemos instalar cualquier equipamiento activo de acuerdo con las necesidades y/o requerimientos de nuestros clientes”. En este sentido -aclaran- “trabajamos en el desarrollo del ecosistema de infraestructuras que serán necesarias para el despliegue completo y efectivo del 5G, conjuntamente con nuestros clientes -los operadores móviles-, en los siete países en los que estamos presentes: España, Francia, Italia, Suiza, Holanda, Irlanda y Reino Unido.

 

A su juicio, el 5G “supondrá un cambio de paradigma en términos de conectividad para facilitar el aumento exponencial del consumo y la transmisión de datos”, así como la mínima latencia necesaria para el desarrollo de aplicaciones como el vehículo autónomo, la inteligencia artificial, la industria 4.0 o la telemedicina, entre otros. Para ello, se requerirá una nueva arquitectura de red en la que el modelo de neutral host y los esquemas de compartición entre operadores serán claves. En este futuro marco de arquitectura de red, también “serán necesarios la adaptación de los equipos instalados en las actuales infraestructuras (macro sites) y una mayor densificación de la red mediante Sistemas Distribuidos de Antenas (DAS).

Además de small cells en espacios interiores -estadios y recintos deportivos, centros comerciales, teatros, rascacielos, aparcamientos, redes de metro u otras infraestructuras-, y exteriores, como centros urbanos, redes públicas de transporte, puertos o aeropuertos. Es decir, espacios con gran concentración de usuarios. Otras infraestructuras determinantes -precisan- “serán la fibra óptica para conectar las torres y antenas y el desarrollo del edge computing o procesamiento de datos en el borde de la red, mediante mini 'data centers', que permitirá trasladar las capacidades de computación más cerca de las antenas emisoras y, por lo tanto, acercar sus servicios a los receptores o usuarios; bien sean personas, vehículos o máquinas. Esta mayor proximidad permitirá, además, “conseguir los requerimientos de latencia de un milisegundo que demandarán las aplicaciones críticas como el vehículo conectado”, o la conectividad entre máquinas asociadas al 5G.