Aunque existe discusión académica y educativa al respecto, una premisa generalmente aceptada es que nuestra capacidad para tomar decisiones y acciones que beneficien nuestro futuro financiero, depende en gran medida de nuestro nivel de conocimiento sobre este tema.

La premisa es simple y evidente: sólo somos capaces de tomar decisiones financieras si contamos con información que nos permita efectuar el análisis de lo que nos conviene y actuar en consecuencia.

De acuerdo a esta visión, sólo a partir de información y educación financiera podríamos entender qué, cuándo y cómo debo de ahorrar, así como cuáles son los instrumentos idóneos para hacerlo de acuerdo a mis necesidades y perfil.

Sin embargo para la mayoría de las personas el tema es más profundo pero a la vez más simple. No se trata tanto en ocasiones de las particularidades técnicas de las decisiones que tomamos, sino de la decisión básica y elemental de ahorrar y emprender la construcción de largo plazo de un patrimonio personal.

Se trata en última instancia, de que las personas seamos capaces de asumir conductas específicas de previsión y llevarlas a la práctica de manera sostenida, recurrente y constante a lo largo de períodos prolongados de tiempo; porque esa es la única manera efectiva de construir finanzas personales sanas.

Esta realidad cotidiana es la que ha tratado de entender y profundizar la economía conductual; buscando comprender porque en ocasiones, incluso ante la presencia de información financiera puntual concreta y avanzada, las personas toman decisiones que no favorecen a sus finanzas en el corto o largo plazo.

Evidentemente no se trata de señalar que la información y el conocimiento financieros son inútiles. Por supuesto en decisiones concretas y particulares esta información puede ayudarnos a realizar acciones específicas que mejoren la perspectiva de retorno de nuestro ahorro e inversión en el tiempo; así como equilibrar estas decisiones para maximizar el rendimiento posible dado un nivel específico y deseado de riesgo.

Pero al hablar de ahorro y previsión de largo plazo el tema central es en la mayoría de los veces el empezar a hacer las cosas necesarias, más que el cómo hacerlas.

En este sentido, habiendo muchas vertientes de estudio sobre este tema, uno que resulta de mucho interés es el entender el papel que juega nuestro nivel de paciencia en la creación de un marco de conducta que nos permite tomar activamente decisiones relacionadas con el ahorro de largo plazo y por otro lado el efecto medible real de la información financiera en nuestra conducta.

Un ejemplo de ello es el trabajo que realizaran hace algunos años las investigadoras Justine S. Hastings y Olivia S. Mitchell de la Universidad de Yale y de la Escuela de Wharton respectivamente, para medir el impacto que en las personas tiene tanto su nivel de conocimiento financiero como su nivel de paciencia, en su capacidad práctica real de ahorro patrimonial de largo plazo.

La investigación publicada con el título “Como dan forma al patrimonio para el retiro y las conductas de inversión la educación financiera y la impaciencia”, partió de analizar la información derivada de la encuesta de protección social chilena en el año 2009, para evaluar tanto nivel de conocimiento financiero como el nivel de impaciencia como predictores estadísticos de las decisiones de ahorro e inversión de las personas.

Por un lado, los resultados de la investigación apuntan a que, si bien existe una incidencia favorable entre el nivel de conocimiento y la orientación de ahorro patrimonial de largo plazo de las personas, esta relación no es completamente directa ni definitiva.

En esta investigación y en otras similares (incluyendo una reciente sobre educación financiera de jóvenes en México), es posible identificar como a la idea generalizada, de personas que teniendo un nivel adecuado e incluso elevado de conocimiento e información financiera, no toman de manera consistente decisiones y prácticas financieras adecuadas para el crecimiento de su patrimonio en el largo plazo.

Y en sentido inverso - también refutando una relación completamente directa -existen personas que, teniendo un bajo nivel de conocimiento e información financiera, llegando incluso en ocasiones a ser casi inexistente; toman decisiones, asumen prácticas y mantienen conductas que, aunque sea en un nivel básico, están directamente orientadas a la construcción de un patrimonio de largo plazo.

El estudio por el contrario encontró una relación mucho mayor entre el nivel de paciencia de las personas, como un elemento de extraordinaria importancia para tomar las decisiones financieras que en el largo plazo nos resultan más favorable. El detalle de ello y cómo podemos contribuir a desarrollar la paciencia, serán el tema de mi siguiente colaboración.

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo.

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